Se fue el mes de febrero, mes de la amistad, y llega marzo que trae consigo el día de la mujer. Este par de fechas me hicieron reflexionar sobre la amistad de las mujeres y en lo lejos que hemos llegado gracias a esa fuerza.

Tuve la fortuna de aterrizar en una familia que comparto con muchas mujeres… Aterricé en este mundo del vientre de una amorosa madre y que, si bien no tengo hermanas, me dio un gran número de tías y primas en mi árbol genealógico.

Luego llegaron las vecinas. Después cursé de kínder a secundaria en un colegio de niñas, así que el número de mujeres en mi historia se incrementó. Y la vida me permitió ir sumando amigas en cada etapa de mi existencia: preparatoria, universidad, trabajo, un par de hijas, las mamás del colegio con las que empecé a compartir la aventura de la maternidad, maestras, compañeras de proyectos, consejos o cursos.

Cuando pienso en lo que ha agregado a mi vida tener a todas esas mujeres compañeras del camino de la vida, me siento afortunada.

Cuando las mujeres nos reunimos, ¡hacemos magia! Al sentarnos alrededor de una mesa, somos capaces de pegar un corazón roto, de reírnos a carcajadas de la vida, de buscarle solución a circunstancias que a veces parecieran no tener salida. Somos sanadoras por naturaleza porque cuando nos vemos con los ojos del alma, cuando entendemos que todas buscamos lo mismo y respetamos nuestras diferencias, cuando comprendemos que todas tenemos talentos que se complementan y que en nuestras debilidades están las fortalezas de la otra, ese momento en el que nos reconocemos y descubrimos esa esencia femenina que nos vuelve invencibles dejando a un lado cualquier rivalidad; es precisamente ahí donde se hace la magia. Alcanzamos metas inimaginables, nos volvemos poderosas.

No puedo dejar de pensar en las primeras mujeres que lucharon por nuestros derechos… Esas mujeres que, juntas, lograron que pudiéramos ir a las urnas y emitir nuestro voto para elegir a nuestros servidores públicos. Esas mujeres valientes que, unidas, se hicieron escuchar y cambiaron la historia.

Cada logro que se ha gestado lentamente, país por país, que nos ha llevado a tener derechos (como poder ir a la universidad, poder correr un maratón, ser piloto aviador o astronauta, entrar a la fuerza laboral), se ha conseguido por una mujer valiente apoyada por otras tantas que se identificaron y se sumaron para lograr un bien común. Eso somos cuando nos unimos.

Hoy bendigo a todas esas mujeres de mi vida, las que me han prestado sus alas cuando a las mías se les olvida que pueden volar. Esas mujeres que con sus palabras, sus oídos y su compañía me han ayudado a atravesar caminos inciertos con la seguridad que todo saldrá bien… Porque no estoy sola, su fuerza y su sabiduría me acompañan en todo momento.

Aún tenemos mucho que hacer por los derechos de las mujeres… Pero estoy segura de que cada día avanzaremos un poco más, mientras permanezcamos unidas.

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