Con frecuencia nosotros, los seres humanos, vagamos de forma rutinaria por el tiempo. Nos dejamos absorber por el mundo material construido por y para nosotros: casa, oficina, escuela, actividades extracurriculares, y más.

Yo te pregunto: ¿cuántos espacios libres tienes para ti solamente en un día? Y no estoy hablando de tu desayuno rápido escuchando mensajes, ni de tu momento en la ducha diaria matutina, ni de tu soledad en el tráfico con el temor de llegar a tiempo. No. Te estoy hablando de salir un momento del mundo rutinario para embelesar tus sentidos en un breve espacio del tiempo.

Es salir de tu rutina y entrar en otra dimensión donde mágicamente se detiene el tiempo. Es observar por cinco minutos ese bello árbol que se mueve con el viento, viéndolo detenidamente danzar con sus ramas, mientras sus hojas revolotean alegres, dejándose llevar. Es sentir por cinco minutos cómo las gotas de lluvia golpetean suavemente tu rostro experimentando las tiernas caricias del cielo. Es sentarte en una banca del parque y disfrutar lentamente un trozo de chocolate… Cada una de estas cosas no te toma más de cinco minutos. Pero, ¿qué son? Son respiros de vida.

Es sentir que el oxígeno recorre tu cuerpo. Sentir que la vida sonríe contigo. Sentir que el sol, las nubes, los árboles, las flores, la luna y las estrellas son un mundo real y natural creado para ti, y que ese mundo natural no está esperando que le pagues nada, ni te pide ni te exige nada a cambio. Simplemente, que lo disfrutes y le sonrías con todos tus sentidos.

Esos cinco minutos tuyos, son cinco minutos de confabulación con el universo, una confabulación sana que armoniza tus sentidos. Es tu colchón del mundo material que no permite te des un sentonazo en un tramo de tu realidad y te duela. (Y créeme, sentonazos aunque no sean diarios, ¡por lo menos son dos en una semana!. Y nos pasa a todos.)

¡Pero, qué magnífico es el universo! Porque si no te diste tiempo de observar el amanecer, admirar una nube, o sentir el viento, todavía te espera la noche, con luna, con estrellas, con quietud… Para que cierres el día feliz con sólo cinco minutos, tuyos, de nadie más.

Voy a ser sincera contigo, no todos los días me regalo mis cinco minutos… Pero cuando lo hago, ¡no sabes como lo disfruto! Y es entonces que doy gracias por el viento, las nubes, la lluvia, la luna y las estrellas y ese bendito universo natural que nos espera día a día para que podamos disfrutarlo.

¿Qué esperas?

¡Vibra con la lluvia!

¡Vibra con el viento!

¡Vibra con las hojas!

Pero sobre todo . . .

¡Vibra feliz con el Universo!

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