En la tradición de I love Lucy, Cheers y Friends, llega a Netflix, One day at a time, que en apariencia es un reboot más basado en el clásico de la década de los setenta de Norman Lear del mismo nombre, cuya premisa sigue siendo sobre una madre trabajadora recientemente separada con dos hijos, sin embargo, la serie se reinventa y aunque suene poco probable, supera a su original y lleva el sitcom americano a niveles que no se habían visto en años.

En esta ocasión el personaje principal es una enfermera cubano-americana de 38 años, que es a su vez, una veterana de guerra de Afganistán llamada Penelope Álvarez (Justina Machado) que vive con su hija de 14 años, Elena (Isabella Gomez), su hijo de 12 años, Alex (Marcel Ruiz), y su madre, Lydia (Rita Moreno), quien es una mujer orgullosa de su herencia cubana y con ideas muy, digamos, de la vieja escuela. El papel de Moreno es increíble y junto a Machado se llevan el show, cuando discuten como madre e hija lo hacen con una intensidad profunda y honesta, y cuando bromean lo hacen de la misma forma, sabiéndose familia.

A pesar de verse a si misma como una comedia ligera, la serie toca temas muy delicados, pasando por la protagonista, quien sufre y lleva una pelea diaria para equilibrar sus vida de madre, profesionista y mujer, Penélope es una madre divorciada, que tiene que trabajar para mantener a sus dos hijos y está estudiando la universidad, mientras sufre problemas de depresión y tiene que medicarse; el tema no es fácil y el programa lo aborda poniendo a los personajes en posiciones nada cómodas para ellos o para el espectador. Los escritores hacen un gran trabajo buscando mostrar de la de manera más honesta los problemas con los que vivimos nuestro día a día, como la tolerancia, el ser inmigrante, madre soltera, además de cuestionar el estatus quo, el valor y responsabilidad que tenemos como individuos dentro de una familia y una sociedad.

El programa trata de resolver dichos temas de la mejor manera posible, usando el humor como regulador de muchas situaciones sumamente estresantes, pero sin dejarlas de lado, tratando el problema de frente, aunque en muchas ocasiones no exista una respuesta o solución para ello; por ejemplo, cuando Alex, el hijo menor, golpea a otro chico de la escuela por gritarle “regrésate a México”, Penélope no sabe que responder, y el tema empeora cuando el niño le confiesa a su madre que todos los días tiene que lidiar con estos insultos en la escuela. Penélope con voz firme y los ojos llenos de lágrimas le dice a su hijo que le gustaría prometerle que eso no volverá a pasar, pero no puede. Lo único que puede hacer es educarlo a él para que aprenda a reaccionar ante esas situaciones, ya que la violencia no es la respuesta y nunca lo será.

Al final del día ¿qué son las familias sino los microcosmos de las naciones, de las culturas, de las sociedades? estos núcleos no están de acuerdo, no entienden, se encuentran haciendo las cosas que todos nosotros haremos, eventualmente: diciendo cosas que no quieren decir, de una forma que no pretenden hacerlo, confunden, ofenden, rompen ventanas, mesas y corazones. Pero explican y perdonan y siguen adelante, como lo hacemos cada uno de nosotros con nuestra familia, amigos, parejas, pero sobre todo, los Álvarez asumen las buenas intenciones de los demás, al final del día, eso es lo que hacen las familias.

La serie funciona a la perfección, y es evidente a partir del segundo episodio, cuando sentí lo mismo que cuando era un niño que observaba fielmente semana a semana mis programas de televisión favoritos, absorbía sus posturas políticas sobre la igualdad y la independencia personal. Durante años, he lamentado la desaparición de esta televisión de comedia con un punto de vista agudo y profundo acerca de temas de suma importancia con un humor fresco. Y hoy existe un programa que vale la pena, inteligente, sensible, con guiones que bien te pueden hacer soltar una carcajada, como llenarte los ojos de lágrimas, pero sobre todo muy cercano. Y como buenos latinos, esta serie te abre las puertas, te invita a ser parte de ella; sin importar quién seas, One day at a time se siente como si estuvieras en casa.

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