Estuve reflexionando mucho si el feminismo que vimos manifestarse el viernes pasado en CDMX me representa. Trato siempre de decir que las “feministas modernas” debemos evitar palabras como: lucha, confrontación, “macho el que no salta”, ya que el lenguaje comunica. Desde mi trinchera trabajo por concientizar sobre los prejuicios de género que nos limitan, sobre qué podemos hacer en los ambientes empresariales para tener más mujeres en puestos de dirección, sobre el “bussiness case” y los beneficios económicos de contar con mujeres en los equipos de trabajo, de la importancia de las nuevas masculinidades involucradas en las obligaciones de cuidado de casa,  de los esquemas de flexibilidad en el trabajo que poner al ser humano en el centro del modelo económico. E T C.

Todo este discurso pacífico, dialogado, simplemente no existiría hoy en 2019, sin todas las mujeres de la historia que han alzado la voz al luchar por el reconocimiento de sus derechos y que me permite hoy poder hacer lo que hago. Sin Hermila Galindo, secretaria particular de Venustiano Carranza, y su insistencia para firmar en 1914 una ley que reconociera el derecho a la terminación voluntaria del matrimonio; sin las 20 mil mujeres que en 1951 marcharon precisamente en CDMX para exigirle al presidente el derecho de voto; sin Indira Gandhi que rompiera un techo de cristal en 1966; sin Malala jugándose la vida por defender el derecho a la educación para las mujeres de su país; sin Elvia Carrillo Puerto en Yucatán, y sin todas las luchas que las mujeres han vivido para simplemente tener acceso a educación, a decidir sobre su profesión, a poder poseer y disponer de sus bienes, libremente, en corto, a tener los mismos derechos. Es decir, para lograr equidad entre los géneros, que no es más que el acceso a los mismos derechos, obligaciones y oportunidades.

En México, donde UNA mujer es asesinada cada DOS HORAS Y MEDIA. Teniendo el Estado de México el primer lugar en feminicidios. Donde hay conductores de UBER, aun con sus datos accesibles, se permiten seguir considerando a una mujer, una mercancía para satisfacer un instinto animal y disponer de su vida, porque saben que no hay un estado de derecho que los procese, enjuicie y termine con su libertad. Donde hay hombres que siguen aprovechando su superioridad física para dañar y dominar. Donde hay miles de madres que viven procesos judiciales por perseguir a quienes abusan de sus hij@s. [El dato es estremecedor: Se calcula que una de cada cuatro niñas y uno de cada seis niños sufren violación antes de cumplir la mayoría de edad.]

Mientras haya mujeres que vivan a diario con el temor de tomar el transporte público porque ya sabemos lo que puede pasar, mientras el Estado no proporcione seguridad a sus gobernados, mientras lo único que suceda al denunciar es que se “abra una carpeta de investigación” en procesos que lejos de sanar y dar justicia, revictimizan una y otra vez a los afectados y sus familias; mientras la prensa reporte que hay “inconsistencias en la declaración” de una joven abusada no por uno, sino por cuatro policías. Mientras se sigan acumulando huérfanos del feminicidio.

Exigirle a las autoridades que hagan su trabajo, es una causa necesaria y una obligación del Estado escucharla y actuar en consecuencia.

Si lo que sucedió el viernes en CDMX se confirma como el acto de protesta social que resulte en activar todo lo necesario en la sociedad y gobierno para tener un estado de derecho, no solo en favor de las mujeres, sino de todos los ciudadanos, en definitiva, #esmicausa.

Katia T. Aguiar Cárdenas

Agosto 2019

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