Vi una película (‘La verdad de Soraya’) que revivió en mí ese sentimiento sobre la igualdad de género. Si bien, nunca he querido ser hombre, sí apelo por la igualdad de oportunidades sociales, educativas y profesionales.

Aún en países occidentales, sigue el estigma de ser mujer. Vino a mi mente cada una de las historias contadas y vividas por mujeres increíbles que han sido señaladas por acciones que un hombre pasa desapercibidas; peor aún, que quienes las juzgan tristemente son del mismo género: mujeres.

Hace algunos años, mis padres tomaron la decisión de separarse. Quizá en ese momento no era tan común pero tampoco era algo que no pasara en la sociedad de ese tiempo. Yo iba a un colegio católico particular dirigido por monjas, siempre tuve buenas calificaciones y nunca tuve un reporte por mala conducta, sin embargo, al saber las monjas de la separación de mis padres, la Madre Superiora me mandó hablar y me dijo:

“Mira, ya sabemos lo que está pasando en tu casa… Y te voy a pedir de favor que no se lo comentes a nadie; si lo haces, ya nadie te va a hablar ni a querer, pero en caso de que quieras platicar, aquí estoy yo para escucharte.” Quizá fue mi inmadurez o la buena educación recibida en casa lo que evito que le diera un contestón o soltara una carcajada.

Pasaron algunos años y cuando llegó el momento de decidir lo que quería estudiar profesionalmente y en qué lugar, le dijeron a mi mamá: “esa niña no vive en la realidad, ¿qué no se ha dado cuenta que tiene una mamá “sola”, y aún así quiere seguir estudiando?, ¡Mejor que se ponga a trabajar!”. Dicho sea de paso, trabajo desde los 14 años, ¡ja!

Recuerdo una ocasión en que una amiga que estaba separada y con hijos, inició la solicitud para entrar a un Club Deportivo. La solicitud fue rechazada con el fundamento que en dicho lugar había familias y no se veía bien que una mujer “sola” llevara a sus hijos a actividades donde solamente participaban “familias completas”.

A mi parecer, ninguna mujer se casa para después seguir un camino “sola”. Las decisiones de sus padres no tienen por qué estigmatizarla. Querer estudiar es parte de su derecho. Ser independiente económicamente es liberador. Y aunque esté “sola” puede formar una familia ejemplar y dar a sus hijos las mismas oportunidades que una familia “normal”.

¡Dejemos de etiquetar, estigmatizar, juzgar y señalar a esas mujeres!

Está en nosotras educar a los hombres para que valoren esa fortaleza, y a las mujeres a que sigan su ejemplo, sabiendo que no es necesario tener pantalones para vivir feliz y plena en esta vida.

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