La definición de amistad —según Wikipedia— es: una relación afectiva entre dos o más personas, una de las relaciones interpersonales más comunes de la vida. Esta relación se crea cuando las personas encuentran inquietudes y sentimientos comunes al igual que una confianza mutua. Hay amistades que nacen a los pocos minutos de relacionarse y otras que tardan años en hacerlo.

A lo largo de la vida he sido muy afortunada en el tema de las amigas, he tenido muchas experiencias que reflejan esta relación, todas han sumado algo a mi vida y siguen sumando. Algunas han sido como peregrinas que coincidimos en el camino por algún proyecto en específico, nos disfrutamos, nutrimos y después cada una sigue su camino con sus nuevos andares y cada vez que nos reencontramos nos vemos con cariño. Otras han sido como estrellas fugaces, nos hemos conocido por alguna coincidencia de la vida y solo iluminaron mi cielo por un corto tiempo. También tengo esas amigas que han ido llegando para quedarse, que compartimos la vida, que nos acompañamos en todo tipo de trayectos. Pero hoy quiero recapitular en tres amigas que han permanecido a través de toda la vida, este grupo donde dichos valores se han reflejado durante cuarenta años que se dicen como nada, pero ¿cuántas cosas no hemos vivido en cuarenta años? La vida misma: Nos conocimos en el colegio en primero de kínder, las cuatro teníamos tres años de edad. Desde entonces hubo una química especial y a través de los años hemos conservado esta amistad.

Hace unos días alguien me preguntó cómo habíamos hecho para conservar esta amistad tan entrañable por tantos años, así que me puse a analizarla y recapitulo lo que una vez leí de una leyenda africana, que decía que en un lugar de aquel país cuando una mujer sabe que está embarazada, se interna en la selva con otras mujeres y juntas rezan y meditan hasta que aparece la canción del niño. Ellas saben que cada alma tiene su propia vibración y expresa su particularidad, unicidad y propósito. Las mujeres encuentran la canción, la entonan y la cantan, luego regresan a la tribu y la enseñan a los demás. Cuando nace el niño la comunidad se junta y entonan su canción, cada vez que el niño da un paso importante en su vida como entrar a la escuela, convertirse en adulto, casarse, morir, el pueblo se reúne y le canta su canción. Pero también se la cantan si llega a cometer algún acto terrible o un crimen. La tribu sabe que la corrección para las conductas no es el castigo, sino el amor y el recuerdo de tu verdadera identidad.

Tus amigos verdaderos conocen tu canción y te la cantan cuando la olvidaste. Aquellos que te aman no pueden ser engañados por los errores que cometes o las obscuras imágenes que a veces muestras a los demás. Ellos recuerdan tu belleza cuando te sientes feo, tu totalidad cuando estás en piezas, tu inocencia cuando te sientes culpable, tu propósito cuando estás confundido.

Estas amigas con el pasar de los años hemos aprendido las canciones de nuestras almas, y somos las responsables de cantarle a la que ocupe recordar su propósito.

Según mi experiencia, una de las cosas que he aprendido con ellas a lo largo de los años es a RESPETAR. Respetar que somos diferentes, que nos gustan distintas cosas, que perseguimos distintos sueños, que tenemos distintas formas de pensar, de vivir la vida y que es esa diversidad la que nos nutre porque nos ayuda a ver otros ángulos en cada cosa.

Otra cosa que he aprendido es a DAR ESPACIO. Entender que tienen otros grupos, otras amigas, entonces no pretendo ser sumada a cada evento, viaje, salida y cuando nos reunimos nos disfrutamos. Cuando alguna está atravesando un momento difícil, le haces alguna llamada para ver cósinmo está, le dejas claro que estás al pendiente y si te necesita corres a su encuentro, si no, dejas que te llame cuando te ocupe. Sabemos que estamos ahí aunque no estemos físicamente.

También con ellas estoy aprendiendo a ACOMPAÑAR, esto quiere decir que no emito opiniones ni juicios, aunque adentro de mi mente haya cientos de comentarios, me limito a escuchar y no emitir opinión que pueda afectar su juicio personal.

Creo que otra cosa que ha mantenido esta amistad por tantos años es que NOS QUEREMOS, nos alegra cuando a alguien le va bien y nos entristece de verdad cuando alguien está sufriendo, no nos juzgamos, nos aceptamos, nos apoyamos, nos admiramos.

Una regla implícita que tenemos es HABLAR SIEMPRE DE FRENTE. A veces me desespera la actitud de alguna, o me enojo por alguna cosa, obvio no somos perfectas ni todo fluye perfecto. Podré desahogarme con alguna de ellas pero siempre termino hablando cara a cara con la enojada en cuestión y diciéndole exactamente lo que pienso. Quejarte a espaldas de una jamás ayudará a resolver el problema si no todo lo contrario, se merma la confianza del grupo. Generar y mantener CONFIANZA es uno de los ingredientes más importantes de esta amistad tan duradera.

Sobretodo algo primordial es MOSTRARME COMO SOY, sin pretensiones, sin mentiras, y es tan gratificante sentir que me conocen, me aceptan y siguen en mi vida compartiendo el camino a pesar de mis errores y defectos que tengo bastantes.

Todas tenemos esas amigas que se convierten en hermanas, que las almas vibran en la misma sintonía, esas con las que puedes abrir tu corazón sin miedo a ser juzgada u ofendida, esas que conocen la canción de tu alma y saben cantarla suavemente en tu oído cuando necesitas escucharla. Cuidemos a esos tesoros invaluables y disfrutémoslas como se debe. ¡Arriba las amigas!

Autora: Alejandra Tamez

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